miércoles, 13 de julio de 2011

El derecho a sentirse mal


La sociedad actual promueve de forma casi compulsiva a estar permanentemente, en un estado de “euforia” o bienestar emocional. Esta compulsión nos hace huir de manera inconsciente de momentos en los que “tocamos fondo”, calificándolos como negativos y, por supuesto, desagradables.

Suele ocurrir que si compartimos con algún familiar o amigo está sensación de vivir “un bajón”, semidepresivos, o tristes, nos aconsejan que busquemos rápidamente una salida. Alguna actividad para despejar ese momento, para distraer nuestra mente hacia otros intereses, alguna forma de dominar esa sensación incómoda, o, en el peor de los casos, indica la ingesta de productos nocivos que nos vuelven “zombis”.

Huir de nuestros momentos de tristeza, de las emociones grises, nos priva de la posibilidad de contactar profundamente con nuestras necesidades interiores olvidadas, y por lo tanto, con la posibilidad de revisar los aspectos que tal vez no están marchando del todo bien en nuestra vida. Quizás necesitemos una revisión o rectificación urgente, y por eso el llamado de nuestro cuerpo emocional llevándonos hacia ese momento de claros-oscuros.

Mientras que la felicidad impera en nuestros días no nos tomamos el trabajo de detener nuestros pasos de vez en cuando y reflexionar. Es en los momentos de tristeza que suspendemos toda acción, porque no conseguimos mantener el ritmo, porque un miedo nos inunda y las dudas toman cuenta de nuestras horas.

Somos un pequeño universo que se sirve de ciclos naturales, al igual que los de nuestro mundo: el día y la noche, o el de las estaciones, para que sepamos como circular por esos momentos de dificultad. Si somos capaces de vivenciar y superar esos períodos seguros es, que nos aportarán un descubrimiento y conocimiento más profundo sobre nosotros mismos.
De la misma manera que no podemos pretender que siempre luzca el sol, tampoco se puede forzar nuestra naturaleza para que invariablemente permanezca en el mismo estado.

En el recorrido de nuestra existencia es muy positivo que transitemos con fe, paciencia y amor por esos momentos de oscuridad y sin duda, resurgiremos como el Ave Fénix con mayor sabiduría y fuerza. Esos momentos son también de vital necesidad en nuestra existencia, para salir de nuestro egoísmo, de crecer en nuestra comprensión hacia el otro, y brindarle nuestra compasión.

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